25 febrero 2015

Ayer volví a mi colegio
de la etapa primaria,
y mi preciado recuerdo          
aún habitaba en la playa.

Al golpe de las olas
recordaba esos años,
de gaviotas y palomas
que posaban en nuestras manos.

Ese portón envejecido
de mi infancia es testigo,
y ese patio extenso
sabe lo que hoy pienso.

Cada ladrillo de sus paredes
conserva mis travesuras,
como se conservan las mieles
para las próximas hambrunas.

Donde estará mi maestra
que nunca olvidaré,
Evangelina era nuestra
hasta que de prisa maduré.

Sus lecciones eran tiernas
y sonaban como aquel ruiseñor
que vuela hacia las tierras
donde siempre renace otra flor.

Su parroquia era angelical
y debe ser la puerta al cielo,
allí aprendimos a rezar
y a creer en un Ser Supremo.

Mi Santa María de Guadalupe,
mi lindo colegio parroquial,
en sus aulas todo lo supe
y jamás olvido su palpitar;
porque lo llevo conmigo
como si fuera ayer,
que me alejé de su nido
para nunca más volver.