Sentado en la vereda y sin conocer a nadie
fue como empezó alguna vez mi nuevo año,
y por más que me esfuerzo en olvidar detalles
compruebo en esta tarde que solo a mi me engaño.
Eran tiempos inciertos de cambios que no entendía
por lo que mi mejor refugio en esos años fue la poesía,
escribí en varios cuadernos a manuscrito como pasatiempo
sin mayor inspiración que la radio como acompañamiento.
Gracias a esos manuscritos que hoy reviso por curiosidad
compruebo que no he perdido la esencia de la humildad,
y quizás sea por eso que siento un nudo en la garganta
al comprobar que retorno a los versos con mano franca.
No puedo negar que este oficio de intentar hacer rimas
me han convertido en un simple aprendiz en formación,
que se entusiasma con el simple cambio de algunos climas
o esboza un suspiro hondo al escuchar una vieja canción.
He regresado a esa misma vereda de aquel año nuevo
y una lágrima gruesa recorre mi rostro esta vez de alegría,
porque a lo mejor hice realidad algunos sueños y compruebo
que he vivido bien, vivo muy agradecido, y vivo en armonía.