Yo
estuve allí en ese mágico lugar
donde
el tiempo no corre de prisa,
sentado
en la orilla del azulado mar
y
disfrutando aquel silbido de la brisa.
Fue
como descubrir el otro lado de la luna
sin
tener que volar hacia sitios tan lejanos,
porque
al caer el sol desde su propia cuna
supe
que no estaba en parajes más extraños.
Ahora
que recuerdo los días que se fueron
tan
veloz como un abrir y cerrar de los ojos,
intento
algún día olvidar lo que me dijeron
aquellos
trovadores al descubrir mis sonrojos.
Ese
lugar se encuentra esperando mi regreso
con
la misma convicción del primer día,
y
aunque no haya forma de quedar impreso
lo
recuerdo con inocultable melancolía.
Yo
estuve allí en ese mágico lugar
navegando
sin temor a la fuerza del mar,
yo
estuve allí de manera inesperada
cuando
nada hacía presagiar mi llegada.
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