Tengo
un hijo varón que lleva mi nombre
y
casi de pronto se va haciendo hombre,
con
la enorme fuerza de su propio talento
que
lo hace ganador desde su nacimiento.
Admiro
que siempre le guste competir
sin
miedo a los rivales ni dejar de sonreír,
como
aquel primer día en su clase de natación
que
se lanzó a la piscina sin demostrar temor.
Valoro
sus triunfos en cada medalla deportiva
que
me trajo a casa feliz y en letra llamativa,
para
festejar juntos cada una de sus victorias
animándome
a escribir más versos e historias.
Javier
Francisco me convertiste en padre orgulloso
desde
que naciste aquel 17 de octubre maravilloso,
día
que confieso haber festejado muy largamente
bebiendo
y bailando como si fuera un demente.
Conforme
pasan los años creces mental y físicamente
como
aquel rey león que siempre trae buena suerte,
y
estoy seguro que te convertirás en un jefe ideal
sin
que menos lo pienses, sin siquiera presagiar.
Tengo
un hijo varón que lleva mi nombre
cual
mejor bendición que nadie asombre;
por
eso me inclino ante el divino creador
para
decirle mil gracias de todo corazón.
Cuando
cierre mis ojos para siempre algún día
partiré
con la dicha de haberte formado bien,
y
cuando te animes a leer esta sencilla poesía
sabrás
que te adoro más de lo que puedas creer.
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