11 junio 2015

CERRO DE PASCO

Miro una calle cualquiera
de nuestra helada serranía
y aunque no lo quisiera
me invade la melancolía.

Dormir sobre las papas en sacos,
cubrirme con pieles de corderos,
mojarme en rocíos mañaneros,
entre chullos, zapatos sin tacos.

Modelar llamas en barro
queriendo darle vida o movida,
comer la nieve que agarro
como si no existiese comida.

Correr entre tantos carneros,
saltar entre ríos y praderas,
son tan lindas las primaveras,
en Pasco y bajo sus cerros.

Jugar entre las retamas andinas
y sentirse una veloz vicuñita
que de frío nunca tirita
pese a tantas lluvias ladinas.

Comer ese choclo de enormes dientes
en su versión cada vez más caliente,
mientras jugamos en la orilla del río
soñando en un futuro un poco sombrío.

Aguardar en un recodo del camino
que regrese mi padre de la Capital,
con las manos repletas de cariño
y apartándome de todo mal.

Cantar una canción en quechua sufrida
para esperar aquel mañana de luz y color
donde no haya más odio ni rencor,
tan sólo una promesa de familia unida.

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